divendres, 15 de març del 2013

MEMÒRIA DELS VEÏNS - José Luis Tellado

Molts cops per tenir una petita idea de com es vivia per aquests barris entre els anys 20-50, hem de recórrer als llibres, on es solen trobar pinzellades com la que seguidament us passo a reproduir ( no la tradueixo perquè l'escriptor crec que es de parla castellana i per tant, respectarem el text en l'idioma en que es va escriure), un petit text on es descriuen la vida i costums de la canalla pels carrers dels barris.

Es correspon a un llibre anomenat EL ESPÍRITU DEL ARCAMUZ, i ve a ser una biografia de l'autor José LuísTellado Ustárroz, que aleshores, deuria tenir entre 10 i 12 anys i vivia i es movia entre el Clot, Els Quinze, Camp de l'Arpa i Guinardó on anava a l'escola que ara coneixem com Castro de la Peña i que per l'època se'n deia Liceo Manjon.

També ens descriu com es va viure la Guerra Civil, com patien els habitants i com lluitaven per aconseguir cent grams de cigrons, ja que es patia molta gana, en fi deixo de parlar per limitar-me a transcriure el text en qüestió:


LA GUERRA CIVIL

Otra vez estoy dando vueltas por las vetustas calles del barrio antiguo de Barcelona, mi ciudad, que recorría de pequeño durante la revolución, montándome en el trole de los tranvías para no pagar el billete. ¡Qué tiempos aquellos!, en qué, a pesar de todo, disfrutábamos construyéndonos patines utilizando cojinetes de bolas, rifles tira ganchos de cortina, aparatos de galena con unos simples auriculares, un trozo de mineral, una hojita de afeitar y una aguja. Claro que también hacíamos diabluras peligrosas, como poner balas de fusil en las vías del tranvía, que explotaban al pasar el vehículo por encima–eran fáciles de encontrar–. 

Nens jugant a la Guerra amb rifles de fusta. Foto Centelles

 
Tiempos de hambre, frío y terror, en que una bomba podía acabar con nuestras vidas, y en el que la gente, en cuanto sonaban las sirenas, se hacinaba en los refugios insalubres atestados, donde olía a orines, humedad y sudor. Por eso nos juntábamos algunos muchachos, desafiando a los aviones, no yendo a los sótanos asquerosos. La mayoría estaban solos en sus casas vacías, sus padres en el frente, muertos o en la cárcel. Otros, como yo, viviendo con dos tías solteras, una medio ida y otra muerta de miedo, mientras mi padre apenas aparecía por casa, temeroso de que alguien por odio, envidia o por cualquier razón lo denunciara falsamente, ya que los intelectuales eran odiados por la mayoría de los milicianos que patrullaban en camiones por las noches en busca de víctimas que llevaban al campo de la bota para ser fusilados.

Un día corrió la voz de que en la estación de La Sagrera (1), estaban aparcados varios vagones de mercancías llenos de alimentos, y que las mujeres–la mayoría de los hombres estaban en el frente– los asaltaban. El problema es que éramos demasiado pequeños para abrirnos paso entre aquella jauría enloquecida. ¿Quién dijo que la mujer es el sexo débil? El tal debería haber presenciado este espectáculo: Se peleaban como fieras para coger un puñado de lentejas, judías o garbanzos que meter en unos saquitos de arpillera que arrastraban.


Colás y el sardinilla lograron meterse debajo de uno de los vagones, y metían en sus saquitos todo lo que se iba filtrando a través de las rendijas del suelo del vagón: una extraña mezcla de tierra, arroz, azúcar y demás legumbres, mientras las mujeres que consiguieron meterse dentro reventaban los sacos y, con auténtica desesperación, arramblaban con todo lo que podían.

Alejandro logró apartes las piernas de varias mujeres y me abrió paso para que pudiéramos imitar a nuestros amigos. Así conseguí llenar mi pequeño saquito y salir corriendo en dirección a El Clot.
 
De pronto llegaron los aviones y comenzaron a disparar ráfagas de ametralladora… Algunas mujeres fueron alcanzadas y sus cuerpos ensangrentados quedaron en tierra al lado de su pequeño botín y un charco de sangre. Rápidamente, me acurruqué debajo de un viejo camión aparcado en la acera, mientras escuchaba como estallaban hechos añicos los cristales del vehículo. El sardinilla iba detrás de mí, estaba a punto de alcanzarme y me alargó su mano derecha pidiendo ayuda, pero no pude alcanzarla y cayó exhausto sin pronunciar un solo gemido. ¡Tan solo tenía ocho años! Nunca supe si aquellos aviones eran del gobierno o de los fascistas, únicamente que fue una masacre indigna de un ser humano.

Al llegar a mi casa, mis dos hermanas pequeñas y mis tías me recibieron con alegría, procediendo a limpiar todo el contenido de mi pequeño botín. Después lo hervimos y nos lo comimos, aunque sin un mendrugo de pan, porque para lograr un trozo de pan negro había que levantarse antes del amanecer y hacer unas colas enormes. Y cuando por fin te llegaba el turno, la mayoría de las veces, el pan se había terminado.



LA VIDA DELS NANOS DEL BARRI

Mi pandilla estaba compuesta por cinco chicos del barrio de “Los Quince”, en el Guinardó, lugar privilegiado antes de estallar la guerra civil, lleno de torrecitas con un jardincito muy bonito y árboles frutales, donde yo solía tirar la fruta ayudado de una larga caña

Villa Jazmines
El más pequeño del grupo era “El Sardinilla”, lo llamábamos así por lo escuálido y bajito que era. Vivía con sus padres en la torra llamada “De los Jazmines”, una finca de dos plantas, cuyos propietarios huyeron nada más estallar las primeras revueltas, por miedo a ser asesinados. Como no tenían criados y la torre era muy grande, apenas limpiaban, incluso hacían fuego den el suelo del comedor para guisar y calentarse. 

Luego estaba Roca, de nueve años, hijo de un industrial que huyó a Francia para salvar el pellejo–muchos milicianos se incautaban de las fábricas y mataban a los dueños. Vivía con una tía vieja y las pasaban canutas. 

El siguiente era Alejandro, de diez años, y muy avispado. Vivía en una torre enorme en la parte alta del Paseo Maragall, con su madre, envejecida prematuramente, y una hermana más pequeña llamada Emma. Muchos días nos reuníamos en el jardín para jugar o encender una hoguera para cocinar alguna vianda que habíamos arram-blado. 
El Liceo Manjon en l'època
Todos asistíamos al Liceo Manjón, en la Rambla Volart, un edificio de cuatro plantas y un gran patio, aunque con frecuencia solíamos hacer novillos, por lo que don Juan de la pipa rota, como llamábamos a uno de los maestros, nos arreaba bofetadas y puñetazos sin compasión, teniendo que cubrirnos con ambas manos para no salir dañados.

Todo esto acudía a mi mente cada vez que atravesaba un trozo de mi ciudad, cabizbajo y compungido por los recuerdos. Ahora que todos han desaparecido, y se olvida lo que tuvimos que sufrir entonces, considero que les debo este pequeño recuerdo.








  • José Luis Tellado Ustárroz (Ibón Benoni-Pinesku-Piki), va nèixer a Barcelona el 1928. Ha pintat numbrosos quadres a l'oli, al'aquarel·la, la cera, acrílics i en làtex. És l'inventor d'una tècnica pictòrica anomenada “Cosmologisme”, amb la qual ha pintat algunes de les seves obres abstractes tals com “L'Explosió del Big-Bang”. També és dibuixant d'historietes i ha creat Pavipollo i Cuchufleta, Braulio Pérez Gil y su ayudante, Josefo Conejo, Microbio Peregil i su amigo Pancho Ron, dos sujetos del monton, Trufo, Cuco, Cuquito i Cuquita, Cucón el malo, Meduso i Mejillon, así como numerosos chistes

    Un quadre amb la tècnica de Cosmologisme



















    1-  (L'estació de ferrocarril de la LAV i la línia de Granollers està sent construïda on antigament hi havia hagut l'Estació de Sagrera Mercaderies o Barcelona-Clot (Sagrera), construïda l'any 1918)



5 comentaris:

emilio ha dit...

Me he imaginado una pelicula de la guerra civil -otra es posible?!- con los niños del relato. El único problema sería que como sus padres se fueron de la ciudad huyendo del terror rojo no interesaría al artisteo progre. Pero vaya relato!

emilio ha dit...

Disfruté mucho leyendo el libro "El Putxet. Memòries d'un paradís perdut" de la señora Elvira Farreras Valentí, una vecina "de toda la vida" de aquel barrio. Un libro delicioso con multitud de vivencias de cuando aquella zona de Barcelona era mas rural que urbana. El título no es nada exagerado.

http://elpais.com/diario/2005/03/30/agenda/1112133607_850215.html

carme ha dit...

estimado amigo, no perdamos de vista que la guerra no la declararon "los rojos"', luego por ambas partes se hicieron muchas cosas mal, la guerra és immoral .Acabada la Guerra nuestro "caudillo" aún fusilló a más de 200.000 persones.

emilio ha dit...

Si no la empezaron no fue por falta de ganas sino por incapacidad. En 1934 intentaron una revolucion armada pero fueron aplastados por la Republica, y como se vió posteriormente en Barcelona en los años 1937 y 1938, el "rojerio" no era nada pacifista ni amante de las libertades.

Como una matrioska ha dit...

El edificio del liceo sigue siendo un colegio, yo fui hace 10 años a hacer el bachillerato y el edificio por dentro era increible. por desgracia estaba mantenido bastante... regular... y para ampliación del colegio y restauración se perdieron muchas partes que en su día me flipaban... lástima.